Ahora comprendo que
la caja de Pandora tiene el trágico destino
de abrirse por error, por curiosidad o por olvido
desde el momento en que se deja como una tumba
de la constancia de las flores que un día te permitieron amar.
Y una vez abierta, el inevitable esparcirse de la ausencia.
No ha de disculparse quien no destruyó la caja:
el mal es parte del mundo, solo puede apartarse.