viernes, 19 de abril de 2019

Creando significados para las obras: sobre El balandrito de Sorolla



Sorolla pinta ‘El balandrito’ en 1909. Un niño desnudo juega con un barco de papel en la orilla del mar. El análisis de esta situación, que fácilmente se describe en una frase, puede ser infinito. Nosotros vamos a explicar una de sus posibilidades limitadas. El niño está desnudo: la desnudez es un rasgo de sinceridad. No se esconde. No parece esconder tampoco sus intenciones. Está jugando. Juega como juegan los leones en sus peleas. Nada es cruel desde esa ingenuidad del juego. Pero tal vez no me equivoque al decir que la ingenuidad es madre de la crueldad. El niño juega con un barco y, seguramente, como nosotros hacíamos de pequeños, está narrando una historia. Las niñas, dicen, solían narrar historias de amor; los niños, historias de guerra. Yo recuerdo narrar de los dos tipos. Imaginemos que ese niño narra las historias de guerra y amor que suceden en ese invento humano que es el barco, que se usa para transportar cualquier cosa, pero originalmente para transportar personas, es decir, para viajar. El niño lo sabe y en su historia lo refleja. Sea amor, guerra o viaje, a lo que apuntamos es a que el niño está creando un discurso con los elementos que le han sido heredados, con lo que ha ido escuchando. Supondremos, sin mucho temor a equivocarnos, que este niño no ha viajado, no ha amado, no ha ido a la guerra en su vida. Si bien es cierto que todo esto lo entiende, pues ha sentido amor, se ha peleado y se ha movido por los pueblos de su alrededor. Pero nunca como en los discursos que ha escuchado: los discursos siempre van más allá. En ellos hemos identificado muchas veces nuestros ideales, hasta el punto de buscar la coincidencia de nuestra vida con estos, de considerar que esta no es perfecta porque no encaja con la idea que nos hemos hecho de lo que debe ser.
  ¿Seguimos en el cuadro, o nos hemos ido, como llevados por las olas mar adentro? Volvamos a la orilla: el niño narra una historia. Es su forma de jugar. Es una forma de jugar algo extraña en el reino animal: no he visto ningún gato narrar historias. El gato juega con las zarpas, con la boca. ¿Acaso el niño juega con sus manos? No lo creo. Cassirer dice que las personas somos animales simbólicos. Creo que podemos llegar a entender a que se refiere con lo que estamos viendo ahora mismo: el niño está creando una ficción. El juego se trata de eso, de crear una ficción y, sobre todo, de creerla. Aunque no va a llorar si el capitán de su barco muere. Es más probable que lloremos nosotros si muere alguien con quien empatizamos en una película, y sin embargo, por un lado, se trata de lo mismo: creernos una ficción. Como espectadores, podemos llegar hasta el punto de sufrirla como si fuera real, hasta el punto de sentirnos impotentes por no poder hacer nada para cambiar la historia, la historia que ha ocurrido y no ha ocurrido. Las ficciones tienen ese punto paradójico. No ocurren, pero hay una huella de ellas, pues son contadas. Por otra parte, resulta que los hechos no dicen demasiado por sí mismos. Pensemos en la frase: ‘murió su padre, pero era como si hubiera muerto el mío’. Lo que importa en esta frase es el contenido simbólico del hecho, el contenido narrativo, ficcional, que sirve para explicar el suceso, para entender lo que significa. ¿Qué es la muerte sin la experiencia de la muerte? Un hecho sin más importancia que la caída de una palomita al suelo. Nuestros juegos tienen que ver con nuestra existencia simbólica. Ver películas es creérselas, sentirlas como si fueran reales; jugar es no cuestionarse las reglas contingentes, hacer como si fueran irrompibles.
  Sin embargo, creo distinguir dos niveles de lo simbólico que parecen estar en este cuadro. El primero es el último que he explicado, es el de tener la voluntad instintiva de creerse las ficciones. El segundo es más profundo, más peligroso. Se trata de los símbolos que no se respetan a través de una actitud de juego, sino a través de una actitud ética. Fijémonos en el cuento del niño: sus historias de amor y de guerra son aquel límite que tal vez no vaya a cruzar, pues quizá no se interese por nada más. Su vida simbólica, quiero decir, estará enfocada en el amor y en la guerra tal y como los concibe. Su forma de actuar estará determinada por estas ideas, como hemos explicado al final del primer párrafo. La actitud lúdica está determinada por la proyección que hacemos del juego, pues las leyes del juego son irrebasables pero se sabe que este va a acabar en algún momento. De otra manera, lo que llamamos juego se percibiría como una imposición de normas, una esclavitud, dejando así de ser un juego. En cambio, la actitud ética tiene una proyección perpetua, es decir, al adoptarla no percibimos su fin, porque se fundamenta en un elemento discursivo que se muestra como eterno: en lo que es posible y deseable, en lo correcto. Los leones juegan peleando. Más tarde, dejan de jugar. En los niños, las peleas no son solo instadas por la biología, sino que se heredan de cuentos e imágenes, de vivencias de las personas mayores que les rodean. El niño no solo encuentra en esta herencia una materia con la que jugar, sino sobre todo una manera de entender el mundo y de expresarse. Cinco años después de este cuadro empieza la primera guerra mundial. En 1939 se da inicio a la segunda. En 1936 se da la guerra civil española. Es destacable porque Sorolla pinta al niño en Valencia. Pongámonos en la piel de ese niño que ahora juega a guerras y, seguramente, más tarde las vivirá. Walter Benjamin vive estas guerras. Pensamos que cuando en sus Tesis de la filosofía de la historia dice que ésta acumula ruinas sobre ruinas, está hablando como hijo de su tiempo.
  En conclusión, lo que queremos decir es que el simbolismo de nuestros discursos no se muestra como ficcional aunque sea contingente, sino que es afirmado por unos valores que se adoptan irreflexivamente en etapas tempranas de la vida por la mera convivencia con ellos, por el mero contagio. Estos valores que no corrompen nuestra ingenuidad simbólica, sino que la crean, son los que nos hacen que parezca razonable la existencia de un discurso no ficcional, no lúdico. Fijémonos en que lo lúdico es cuestión de actitud. El teatro es expresivo. Es emocionante. Es cuestión de medios. Lo ético no: lo que parte de valores no busca emocionar, sino que sobrio por ello mismo. Es cuestión de fines. Partimos de unos intereses, de unos valores contextuales, de manera ingenua, acrítica. No hay otro punto de partida que el dado. Por eso el niño está siendo sincero cuando juega con el barco.

jueves, 4 de abril de 2019

Creando significados para las obras: sobre la Marea baja de Boudin


En 1884, Boudin pinta Marea baja. ¿Qué significados puede esconder el cuadro? Comencemos con las apariencias. Me inclino a pensar que en el amanecer, se retratan a tres individuos aprovechando la marea baja para recoger almejas, erizos de mar, coquinas… Lo que importa es que están trabajando. ¿Quién diría que se está retratando la cotidianeidad del negocio? La actitud contemplativa de nuestro autor, la actitud pasiva, permite crear una belleza de ese instante, en comparación con los trabajadores, incapaces de crearla a no ser que paren un momento a descansar de su práctica cotidiana. 
    Pero he dicho que en el amanecer se retrata a unos individuos. Tal vez los individuos no tengan excesiva importancia y, más bien, se trata de captar el amanecer. De hecho el cielo ocupa gran parte del cuadro. Podríamos decir que desde arriba hasta abajo el cielo lo atraviesa, ayudándose del agua. El mar está en calma y se funde con el cielo, pero solo en apariencia. El sol está todavía abajo. La visualización del lugar nos da un momento de paz, parece ser una ventana a través de la cual se puede respirar aire fresco. 
     Uniremos las dos intenciones que hemos supuesto que el autor podía tener, considerando, junto con nuestro espíritu terríblemente antropocéntrico, que lo que está pintando no es más que el amanecer de la humanidad en tanto que especie y en tanto que individualidades: lo que se muestra aquí es el nacimiento del camino humano individual y colectivo. El nacimiento está en la actividad. Así, esta imagen tiene un sentido de reflejo y de viaje en el tiempo al pasado. Nos miramos a nosotros mismos. Miramos cuando aprendimos a hacer, antes que a pensar, pero miramos, sobre todo, desde el punto de vista del artista, que capta con su mirada la estética en un lugar donde aún no ha nacido su perspectiva, donde todavía no puede nacer. Porque antes de contemplar, interactuamos. Tenemos intenciones antes de deshacer nuestra voluntad en el arte. 
    Ahora bien, hablemos del mar: La orilla es el límite de nuestro hogar. El pintor se posiciona más lejos que los trabajadores. Cuando digo esto, quiero que se siga pensando en la idea de que el espacio que los separa también es tiempo, no necesariamente progreso, pero sí el cambio, cambio de percepción respecto al mundo que nos interpela y, por tanto, también de actitud. Que la orilla sea el límite significa que más allá, en el mar, no hay hogar para nosotros. Pero el agua es imprescindible, y el cuadro retrata exactamente la alimentación gracias al agua. Nuestra vida, pues, transcurre como en la puerta de nuestra casa. No siempre cómodos, no siempre incómodos: hay una dialéctica en el oleaje, entre lo que puede concebirse como exceso tras romper la ola e irrumpir en la arena de la orilla y la resaca, el arrepentimiento, la vuelta a la antigua posición. El límite se presenta, pues, como un lugar de acción-reacción: el choque con lo diferente, la resistencia de la arena. A su vez, la arena se humedece, dejándose contaminar por la otredad. Percibo esto como una forma de entender lo que significa la adaptación al entorno: la naturaleza pura no existe, pues parece necesitar esencialmente de contaminación, de adaptación al contexto, pues el ser (la arena o los pescadores) necesita del contexto (el paisaje o el mar). La salida a la intemperie, la salida del mito de poder vivir sin el mar, sin el otro, sin aquel opuesto al ideal que no tenemos, es decir, a la plácida existencia en el hogar, es aquello que nos ubica. 
    Si me dejáis significarlo, pues, Boudin pinta aquí el origen y el avance, el hogar y el límite y, a su vez, la permanencia de la procesualidad de la existencia.

martes, 9 de octubre de 2018

La caja de Pandora

Ahora comprendo que
la caja de Pandora tiene el trágico destino
de abrirse por error, por curiosidad o por olvido
desde el momento en que se deja como una tumba
de la constancia de las flores que un día te permitieron amar.
Y una vez abierta, el inevitable esparcirse de la ausencia.
No ha de disculparse quien no destruyó la caja:
el mal es parte del mundo, solo puede apartarse.

domingo, 30 de septiembre de 2018

Es inútil que sigas llamándome inútil

A fuerza de repetirlas ya no me duelen tus palabras. Tus palabras que son bromas que me llaman inútil a mí y a mi tiempo Las he escuchado tanto que ahora comprendo que la moral nunca puede ser universal. La persona que no siente dolor no encuentra moral en el mundo. A fuerza de ser víctima Ya no soy víctima. Lo indoloro es amoral, eso es universal.

jueves, 26 de abril de 2018

Desenvueltos

El cielo se apaga
y se deshace así la envoltura de los cuerpos
desaparecen los límites que creíamos nuestros
y se funde nuestro calor
y por qué no van a ser tuyas las palabras que salen de mí en la oscuridad
como es claro que en esta habitación no hay dos afectos sino uno.

Elipso
19/10/2017
revisión del 30/09/2018

Y desaprendí a bailar las músicas que ya no suenan

Cada palabra inicial destinada al fuego del olvido
fue sacada de mí por el mundo,
que pedía canto para su baile,
como la templada mano que ofrece su calidez.
Y canté por el mundo y para el fuego.
Con el sacrificio del tiempo,
agotaba el agotamiento, mi brujería,
mientras el mundo aparecía cada vez más radiante
a mis ojos cada vez más perspicaces.
Al poco aprendí a amar,
así que ya no recuerdo mis poemas.

Elipso
17/10/2017


El espejo que no es observado

Yo la he visto y ella me ha visto.
Nuestras miradas no se han cruzado,
estaban haciendo como si no existiéramos
el uno para el otro.
Somos pues un reflejo
que se mira,
que se ignora,
que es lo mismo.

Elipso
14/11/2017

martes, 24 de abril de 2018

La eternidad está en el presente

Dentro de unos años
seremos un relato,
uno que se olvide
o que se cuente a través de otros.
Dentro de unos años,
verás, quedarán de nosotros las palabras:
las escritas, las nunca escritas,
huellas de alguien que ya no es nadie,
que es como si no hubiera sido.
Pero fuimos, aún somos,
somos un relato vivo
que no necesita ser contado.
Cuando muera no necesitará ser contado.
Si es nuestro relato la huella que dejamos adrede,
será un constructo falso,

si cuando andamos es por él por quien andamos,
por trabajar para un narración
en vez de para algo en lo que creamos.

Elipso
25/04/2018

miércoles, 11 de abril de 2018

El nacimiento de la consciencia en cielo roto

La materia se despierta
como si lluvia fuera
sintiendo
contra la tierra el golpe
como golpeada tierra agua absorbiendo
la materia se despierta sufriendo

Elipso Facto
15/03/2018

martes, 27 de marzo de 2018

Los ángeles no necesitan las alas

Tan buenos los ángeles
que se tapan los ojos
para que los que aman
no vean que ellos ven
cómo les están cavando la tumba.

Elipso Facto
27/03/2018




No serían buenos si no tuvieran poder sobre sí mismos, sino que serían víctimas involuntarias. Son buenos porque no consideran necesario recordar el poder que tienen sobre sí mismos. Regalan la facultad de uso de poder a los otros, les regalan la oportunidad de equivocarse. Aún así no hay sacrificio en los ángeles, no hay esfuerzo al comportarse como lo hacen. Éstos están enajenados, pues son felices con el desarrollo ajeno, y hacen de la propia libertad una extensión de la del resto.

Critónides
28/03/2018

domingo, 25 de febrero de 2018

La inclinación hacia lo ignoto

A Sergi March

Bibliotecas llenas de ojos,
de sombras de ojos humanos
esperando a ser miradas.

Ojos deseando enfocar, enfocando
con atención,
aquellas atractivas esferas negras.

Acaso ver es algo diferente a mostrar.

El fuego de la oscura mirada, destructora
nos quema desde dentro, nos promete
erguir un mausoleo de respuestas
para el descanso de nuestro inseguro infante:
sólo así volvemos a nacer.

¿Quién decidió que la curiosidad pudiera
más que nuestro apego
sino el deseo de vivir,
de amar lo desconocido?
Buscando como si nos hubiéramos perdido:
sólo así volvemos a nacer.


Alexandre Segar
13-11-2017

Logos

Palabras
como pájaros saliendo de los nidos.
Miles de palabras
como destellos en el cielo
regidas por la sinceridad de su naturaleza al vuelo,
no temen la incoherencia ni dan explicaciones,
desnudas como los besos derramándose
por las emociones.

No quiero limitarme a ser buen poeta;
también quiero ser de los malos,
de los que no buscan la palabra exacta
y se expresan de manera mediocre
quizá de una forma muy poco rebuscada
o demasiado rebuscada;
con poca imaginación y mucho sentimiento
o al revés;
de aquellos que no están contentos consigo mismos,
de aquellos que sí, aunque sean pésimos.
Para mí que debe ser suficiente con expesarme
como pueda
y será un regalo que vean su algo complejo en mi algo sencillo
o al revés.


Elipso Facto
25-02-2018

lunes, 29 de enero de 2018

El mito se hace carne

Yo Apolo y tú Dafne;
tú Prometeo, yo la paz y el águila;
yo Ícaro y tú el sol;
tú la piedra y yo Sísifo.
A cupido le advertimos
pero en escucharnos no convino.
El ímpetu me dicta
impedir que Cronos se interponga,
entrar al dédalo armado
aún sin tener tu ovillo, Ariadna.
Y tras una odisea, Penélope,
será irme solo, volver a ti.
Soportar la ausencia de tus ojos
al agarrar tu mano al fin,
que en mí la muerte no mereces,
Mi amada Beatriz.

Elipso Facto
3-01-2018